Hace 71 años, en el municipio de Gachancipá, nació Eugenio Chunza, más conocido como “chorro seco” o “el mono del agua”. Allí laboró como mensajero, aprendió a leer a escribir y algo de matemáticas. A los 19 años entró a formar parte del Instituto de Fomento Municipal en Gachancipá donde colaboró con las tuberías y todo lo concerniente a la estructura que llevaría el agua potable a las casas.
Eugenio Chunza, quien vive en la vereda El Mirador, abre las puertas de su casa que ese día está siendo visitada por algunos de sus hijos; fatigado por la asfixia que le produce caminar y por la angustia de tener a su esposa enferma, se sienta en la sala y señala un reconocimiento que le otorgaron en el acueducto: “Mire, ahí está una placa que me dieron” dice mientras saca un documento de Emsersopo del año 2004, que narra parte de su vida y del cual solo tiene una copia; se acomoda, alza un poco la voz y con una mirada firme empieza a narrar la manera de cómo él contribuyó a que a Sopó llegara el agua potable.
Llegó a Sopó para reemplazar a Puno Aragón, quien le entregó el único tanque que había en el sector de Centro Alto San Felipe, donde se abría la válvula a las 6 a.m., dos horas después ya no había nada, narra “el mono del agua”. En ese momento el agua bajaba sin presión y no llegaba a todos los sectores.
Eugenio dividía su tiempo entre Sopó y Gachancipá, su esposa Ludovina Galvis, con quien lleva 51 años de casado, era quien le llevaba el almuerzo a las 12 del día, luego lo acompañaba a instalar las uniones calle por calle. El “mono del agua” trabajaba junto a su equipo en la instalación de dichas tuberías y era reconocido por la calidad de su trabajo. El oficio lo aprendió leyendo un libro de la Eternit que le regaló Gustavo Téllez.
Cuando Sopó empezó a abastecerse del acueducto de Tibitó, la calidad del agua mejoró, sin embargo Eugenio notó que la presión no era la adecuada, realizó las gestiones necesarias y pese a la crítica de todo el mundo hizo que Tibitó le brindara a Sopó agua del tanque grande, así fue como mejoró la llegada de este bien a las casas de nuestro municipio.
Lo que ganaba “el mono del agua” lo invertía en sus 6 hijos, quienes compartieron la experiencia de ver a su papá trabajar día tras día por el bienestar de la comunidad. A esta familia se le conoce con el sobrenombre de “los ranos”, ya que como Eugenio afirma “todos hicieron parte del proceso de sentar tubería, por eso nos decían la familia de los ranos o la familia rana”.
Son muchos los recuerdos que hacen que Eugenio sonría en medio de su narración; recuerda la vez que instalaron el bypass o la unión para una tubería. Era un miércoles santo y todos los trabajadores empezaron a instalar las tuberías. Cuando llegó el jefe se puso bravo porque todos habían empezado a trabajar sin autorización “cuando se dio cuenta que ya todo estaba instalado mando a un compañero al Ducado, el restaurante de esa época, y nos dio almuerzo” afirma Eugenio. Ese mismo día taparon las chambas, mandaron a abrir la válvula que se encontraba en Briceño, y el agua llegó con bastante presión a la calle primera; la gente de la alegría les brindó whisky “ese día tomamos, bailamos y hasta echaron pólvora”, concluye “el mono del agua”.
Otro de los momentos que recuerda es cuando su compañero Daniel se puso bravo con él mientras hacían un recorrido por Briceño y Hato Grande; a Eugenio las personas le daban legumbres y frutas para la casa, en cambio, a Daniel no le daban nada. Se dejaron de hablar por 8 días. Los enviaron a hacer la instalación del cementerio y cada uno trabajó por su lado, tal era la indiferencia que se les olvidó cerrar la válvula. Al terminar, abrieron la llave, el agua mojó completamente a Eugenio “yo le pedí a las benditas almas que me mojara yo y no Daniel o si no peor”. Ambos se rieron, se abrazaron y fueron amigos hasta el día de hoy.
La pensión le llegó a Eugenio en el periodo de la alcaldía de 2003- 2007, superando problemas que lo llevaron a demandar al Seguro, pues no aparecía en lista. Hoy con los 660.000 pesos que gana de pensión Eugenio vela por la salud de su esposa quien no se puede movilizar con facilidad.
Luego de tantos años de trabajo “el mono del agua” se ha sentido olvidado. Uno de los acontecimientos que más lo llenó de felicidad fue la Orden al Mérito Fray Francisco Chacón, otorgada por el Concejo Municipal. “Me sentí como el mono de antes, al que todo el mundo reconocía” dice Eugenio quien termina la conversación haciendo énfasis en que se le recuerde por sus apodos “Mono del agua” o “Chorro Seco”, apodo que se le dio la vez que se encontró con el alcalde Cristobal Cárdenas y la señorita Rosa Rodríguez, quienes le preguntaron ¿Mono qué pasó con ese chorro? Y él respondió -ese chorro se me secó en paro- y de ahí quedó como “Chorro Seco”.
Don Eugenio termina su narración y baja hasta el pueblo a recordarle al médico que no se le olvide subir a ver a su esposa Ludovina; mientras camina empieza a señalar las tuberías que construía y recuerda que él hizo los planos para la tubería del acueducto pero que se los robaron. Eso según él, nadie lo ha reconocido. Con gratitud se despide “el mono del agua” quien camina paso a paso por encima de las tuberías que él con amor, algún día construyó.
Escrito por Juanita Ramos. Tomado de el periódico El Hablador